El refugio de quienes buscan la belleza entre las ruinas

Arte y “nanaísmo” en la galería Modus Operandi

El barrio es una caja de sorpresas y la última ha sido descubrir que en el número 5 de la calle de la Reina Mercedes lleva más de tres años una galería de arte, que por dentro es la trinchera de un nuevo movimiento cultural –“toda una filosofía de vida”, según sus precursores– bautizado como “nanaísmo”. “Su foco difusor se encuentra en la galería Modus Operandi de Madrid”, dice en su blog el escritor Fernando Sánchez Dragó, uno de sus seguidores, quien precisamente dirige en La 2 de Televisión Española el espacio “Libros con uasabi”, presentado en los títulos de créditos como “un programa de televisión nanaísta” y del que parte del decorado se exhibe estos días en la galería.


Los aficionados a la pintura y la escultura pueden contemplar aquí las piezas de algunos artistas de Tetuán y aportaciones tan dispares como la plastilina sobre papel de Rafael Jiménez, los cuadros iluminados de SFHIR o la chapa y el alambre oxidado de Pablo Lozano, obras expuestas hasta el 11 de febrero dentro de “Nanaísmo con uasabi”.


Pablo Lozano rinde homenaje con algunas de sus esculturas al mundo del toro, y es que los nanaístas son, entre otras muchas cosas, defensores de la llamada fiesta nacional. De alguna u otra forma, “consciente o inconscientemente”, como explica, siempre en clave de humor, el director de Modus Operandi e ideólogo del movimiento, Manuel Marqués, todos los artistas que participan en el proyecto comparten, “además de su afición por el Atlético de Madrid (lo cual implica una forma particular de afrontar la vida)”, esa manera de interpretar el arte y la existencia, “si bien el verdadero nanaísta no discrimina, entiende la diversidad de colores”, aclara. O como se definen en su manifiesto: “Somos un grupo abierto, en busca de otros seres dispuestos a encontrar la belleza escondida entre las ruinas”.


Lo mismo ocurre con el resto de actividades a las que se dedica esta galería, detrás de la que hay una empresa cultural; el nanaísmo trasciende a todas ellas: la edición de libros (“Gastronomía del cerdo ibérico”, una antología de cuentos costumbristas…), la producción y difusión audiovisuales (cada año celebran su propio concurso de cortometrajes, “los Oscars nanaístas”) y teatral (adaptaciones como “El coloquio de los perros”, de Cervantes, que se ha representado para un público infantil el pasado mes en el centro comercial Moda Shopping) e incluso la distribución gastronómica (productos gourmet, porque los nanaístas son también sibaritas).


¿Pero qué es el nanaísmo?

Este grupo selecto de intelectuales (“no somos elitistas, defendemos la cultura popular”) lo describe como la primera vanguardia del siglo XIX (nótese la exageración). Inspirado en las que se sucedieron a principios del siglo XX, este movimiento surge “como protesta ante la degradación cultural y sobre todo ética de la sociedad actual. No es sólo una crisis económica, sino también de valores”, declaran en su manifiesto, publicado en la web de la galería, con una idea que, curiosamente, surgió tras el 15M. Y contra ello, se posicionan como rebeldes desde la conciencia del saber.


Ni “podemitas” ni nacionalistas, dicen crear a partir del conocimiento de los clásicos y admiran el arte y las costumbres españoles. Así, los nanaístas reivindican el surrealismo (cuyas raíces están en el Siglo de Oro), la tauromaquia, la siesta y la música popular, muestras de una cultura que Modus Operandi trata de promocionar desde el arte, la lengua y la gastronomía.

Cristina Sánchez



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