Valdeacederas: del Canal Bajo a los grafitis de Marqués de Viana

Rutas turísticas por los barrios de Tetuán (III)

Quizá sea el barrio de Valdeacederas el que aglutine como ningún otro de Tetuán lo histórico con lo moderno. Así, mientras un tramo del Canal Bajo cruza desde hace 160 años uno de sus límites, los grafitis de Borondo o San en Marqués de Viana nos enseñan lo más novedoso culturalmente del distrito.


Es en el perímetro del barrio donde hallamos la mayoría de sus rastros “turísticos”, comenzando por Bravo Murillo, 297, donde una lápida nos recuerda que allí se ubicó entre 1900 y 1936 la Plaza de Toros de Tetuán de las Victorias. Fue aquél un notable edificio de fachada neomudéjar del que hoy, además de la inscripción, apenas nos han quedado algunas fotografías y crónicas de la época. Hasta hace un tiempo en los jardines de la plaza también permanecía una fuente de placas de piedra, ya desmontada.


Subiendo por Bravo Murillo llegamos a la entrada principal –es un decir– de la Plaza de la Remonta, en el espacio donde hasta finales de los 70 se ubicó un cuartel de caballería de idéntico nombre. Con una superficie de 11.000 metros cuadrados, es la plaza porticada más grande de la ciudad, estatus que se compadece mal con el grave deterioro de su pavimento y sus escasas perspectivas de mejora inmediata. El proyecto, obra de los arquitectos Arturo Ordozgoiti y Álvaro Hernández, recibió el Premio del Colegio Oficial de Abogados de Madrid. La Remonta fue inaugurada en abril de 1987 por el alcalde Juan Barranco, que la bautizó como el “futuro corazón del distrito”.


La plaza fue planteada como un homenaje múltiple, tanto a su antiguo uso, con el mural de cerámica de su entrada, una referencia a la caballeriza obra de Sánchez Ríos, como a los obreros del ladrillo que trabajaron en estas calles, y cuyo material domina todos los edificios del espacio. En el callejón frente a la Comisaría de la Policía Nacional, bautizado también en honor a los maestros ladrilleros, destaca una notable escultura de acero corten, de Juan Bordes, titulada “El hombre vitrubiano” o bien “Hombres y Proporciones”. La pieza está integrada en el lateral de un singular edificio de viviendas públicas, diseñado por el arquitecto Josep Adell.

Nuestra Señora de las Victorias

Otra de las salidas de la plaza nos lleva a la calle de las Azucenas. En el número 30 de esta vía encontramos la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, en cuyo interior se halla la figura homónima de la patrona del distrito. El edificio fue un proyecto de 1928 de los arquitectos Casto Fernández Shaw y Miguel Durán y Loriga, que se concretó dos años más tarde. Cabe recordar que Fernández Shaw también fue el responsable de, entre otros, los edificios Titanic de la glorieta de Cuatro Caminos, que se habían levantado unos años antes, entre 1919 y 1921.


Según la revista “Cortijos y Rascacielos”, su construcción se inspiró en las iglesias populares madrileñas del XVI y XVII, “que unían a su casticismo e intimidad la ventaja de ser sumamente económicas; por sus grandes vanos interiores, por el ahorro de embovedados en las naves y por su gran simplicidad decorativa”. Fue restaurada tras la Guerra Civil, y conserva en su interior la talla de la patrona obra del imaginero Juan García Talens, vecino del barrio.


En el lado oeste del barrio, a partir de los 90 se fue construyendo en diversas fases el parque Agustín Rodríguez Sahagún, sobre terrenos de la antiguamente denominada Huerta del Obispo. Este pulmón verde del distrito conecta con los parques de Los Pinos y de La Ventilla, y disemina en su extensión varias fuentes relevantes y una de las piezas más valiosas de Tetuán: la escultura de Eduardo Chillida, que rinde homenaje al que fuera alcalde de Madrid entre 1989 y 1991 –además de gran aficionado al arte contemporáneo– y que también da nombre a todo el parque. Se trata de un tronco de acero que se hiende en su tercio superior formando una especie de ramas, en una “interpretación de la naturaleza arbórea”, según se explica en monumentamadrid.es.


La web municipal también registra construcciones reseñables sin salir del parque, como su fuente circular, el salto de agua reloj-noria, en el borde con Sinesio Delgado –“mal orientado, forzadamente integrado en el lugar y bastante mal construido, lo que se agrava por un estado general de absoluto abandono”, según se afirma en la web– o dos fuentes más en estado igualmente deplorable dentro del Parque de los Pinos.

Un canal con 160 años

Sin salir de este entorno hallamos una porción del denominado Canal Bajo, el hito cultural más antiguo de todo el distrito, que bordea el barrio por su cornisa oeste, en su camino hacia el primer depósito en Bravo Murillo. Su construcción tiene que ver con la traída de aguas a Madrid desde el río Lozoya, una hazaña de la ingeniería cuya obra finalizó en 1858.


Para su construcción hubo que salvar el valle que representaba la Huerta del Obispo y la zona de Valdezarza, mediante una serie de acueductos y canales que bordean el hoy ya extinto paseo de la Dirección, trazado sobre el antiguo camino de servicio del Canal. Entre esta vía y el límite del parque se encuentran los restos de cuatro acueductos, tres canales y una almenara de esta extraordinaria obra, los únicos referentes al transporte de agua visibles en la ciudad, y en la actualidad muy maltratados por las obras de remodelación del paseo.


No obstante, cabe citar, de norte a sur: el acueducto de Los Pinos, el mejor conservado y cuyos cinco ojos le dan gran porte, gracias también a la configuración del parque, que cruza. En línea visual con éste llegamos al acueducto de La Traviesa, frente al edificio de realojo del paseo de la Dirección. Consta de tres ojos y está casi cegado por las obras, que le han encajonado de manera incomprensible.


Junto al cruce con Capitán Blanco Argibay encontramos otro tramo y, pasada esta calle, el acueducto de Valdeacederas, también de cinco ojos y también encajonado, deteriorado y humillado por los trabajos, “basurero y residencia de indigentes” durante buena parte del año, según la Coordinadora Salvemos la Dehesa de la Villa. Más adelante encontramos los restos de la almenara del Obispo, y el cuarto acueducto, denominado de Los Barrancos, famoso por finalizar allí el antiguo rastrillo de Marqués de Viana, y que ha perdido dos de los cuatro ojos que tenía. Los otros dos acueductos, el de Huerta del Obispo y Amaniel, transitan ya por otras lindes de Tetuán.


Una vez en Marqués de Viana, extremo sur del barrio de Valdeacederas, podremos subir hacia Bravo Murillo para hallar el último brote cultural del distrito. Allí, artistas urbanos como San, E1000ink o Borondo han dejado su sello en forma de grafitis, en tres medianerías de esta vía, mientras que Spy instaló 150 cámaras falsas en la cercana calle de Almortas, con el ánimo de reflexionar “sobre un tema tan presente como es la convivencia diaria con la tecnología”. Todas estas iniciativas forman parte del proyecto Paisaje Tetuán, al igual que el mural de David de la Mano y Pablo Sánchez, que recorre la fachada del Mercado de Tetuán: la sombra de una estilizada dríade que da la bienvenida a los clientes de este edificio, inaugurado a mediados del siglo pasado como Mercado de Chamartín, cuando el barrio pertenecía al pueblo de Chamartín de la Rosa. Otra síntesis del tiempo pasado y actual, que gobierna la ruta cultural por este antiguo valle de acederas.

David Álvarez de la Morena



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