EL REVERSO: Romance de los viejos


La principal conclusión
de los comicios pasados
no es que al final venciera
el previsible Mariano;
ni que el pírrico PSOE
se librara del sorpasso;
ni que Iglesias y Garzón
emularan a Cagancho
en aquella aciaga tarde
en que toreó en Almagro;
tampoco que Albert Rivera
siga jibarizando
su pandi de modernitos
disfrazados de butano.

La conclusión, ahora
que las urnas han hablado
es que votamos muy mal,
y los más espabilados
ya insinúan por las redes
bien que hubo pucherazo
o que, al menos, deberían
impugnarse los sufragios
pues en estas elecciones
votaron muchos… ancianos.
Pero bueno, ¿esto qué es?
¿Quién dejó abierto el geriátrico?
Como dice Monedero:
hay «rehenes del pasado»
impidiendo que florezcan
esos gobiernos del cambio
donde, en vez de la carcundia,
vote con 16 años
un buen puñado de ninis
que aún ni hayan cotizado.

La gente pide ya a gritos
el sufragio censitario:
la «sonrisa de un país»
no puede depender tanto
de carcas a quienes quedan
un par de telediarios.
Al votar, nuestros mayores
son miedosos y algo avaros
y piensan en su pensión
o les traen, manipulados,
para votar al PP
como el pastor al rebaño.

Es triste, pero a una edad
es mejor echarse a un lado
y enfocarse en las labores
más bien propias de los yayos:
echar alguna partida
mientras tomas unos chatos,
dar a los nietos la paga,
contemplar algunos tajos
y, en fin, hacer lo que sea,
menos votar, no sea el caso
de que tu voto moleste
a una horda de lunáticos
que entienden de Democracia
lo que yo de escandinavo.

Oshidori


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