La calle de mi abuelo, el primer español “supersónico”

Carta abierta del nieto del Aviador Demetrio Zorita

El nieto de Demetrio Zorita Alonso escribe sobre la vida y méritos de su abuelo, el aviador del que toma su nombre la rebautizada calle del Aviador Zorita –ya sin su anterior connotación militar– y que le recuerda por haber sido el primer español en atravesar la barrera del sonido.

La Ley de Memoria Histórica pide “retirar […] menciones […] de exaltación […] de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

El informe final del Ayuntamiento sobre la aplicación de la Ley en Madrid ha considerado que en la figura de Zorita no se dan ninguno de los tres requisitos de: 1) exaltación de la sublevación: incorporado al bando nacional nueve meses después del inicio de la contienda, con 19 años y como soldado raso, no se le puede considerar un artífice de ésta; 2) exaltación de la guerra: combatió como piloto de caza sin mando, finalizándola con siete combates aéreos contra aviones republicanos, sin participación en bombardeos ni acciones contra la población civil; 3) exaltación de la represión: vivía para volar y se dedicó enteramente a su profesión el resto de su vida, sin cargos ni responsabilidad en la Administración franquista.

Por otra parte, se censuró a Zorita el haber batallado en la II Guerra Mundial integrado en la Luftwaffe alemana. Estuvo seis meses –dos en combate y cuatro en instrucción y retaguardia– volando en el contingente que envió el Ejército del Aire a luchar contra el Ejército Rojo. Pero, como está documentado, los aviadores españoles no fueron a Rusia con afán de conquista o racista, como era el objetivo final de los líderes nazis, sino guiados por su sentido del deber, ante la amenaza que ellos consideraban que suponía el bolchevismo para la civilización católica occidental, y de hecho para liberar al pueblo ruso del yugo de Stalin, considerándoles víctimas de su régimen. Y no congeniaron ni simpatizaron en absoluto con los nazis, dado el engreimiento de éstos. Ni por supuesto tuvieron ni participación ni contacto directo con el holocausto.

Trece años después, el 5 de marzo de 1954, Zorita se tiró en picado vertical con un prototipo de avión reactor francés, metiendo a fondo la palanca de gases, con el objetivo de pasar la llamada Barrera del Sonido.

Por entonces los aviones no estaban diseñados ni construidos para ello. Sin embargo, estos nuevos prototipos podían alcanzar la velocidad sónica con esa maniobra tremendamente arriesgada. En ella, los pilotos experimentaban efectos fisiológicos, aerodinámicos y de ingobernabilidad del aparato no comprendidos en la época. Pocos eran los que lo habían logrado, y dada la alta mortandad la maniobra no era normalmente autorizada.

En una crónica de la época se lee: “Y ahora querrá saber el lector qué sucede cuando un avión pasa la barrera del sonido. Veamos lo que dicen algunos de los que han realizado la prueba: Cuando un avión sobrepasa la velocidad del sonido (1220km/h), el aire parece que aumenta su densidad y resistencia, hasta casi convertirse en cuerpo sólido. Esto es lo que los aviadores llaman “filetes de aire”. Entonces el avión y el piloto tienen que soportar una dura prueba […], comienzan a suceder cosas extrañas: Las alas del avión se bambolean como si se estuviesen desprendiendo del fuselaje, el avión salta y se tuerce caprichosamente […], los aparatos de control funcionan al revés […] en un extraño fenómeno –todavía no explicado-. Los pilotos que realizan un vuelo de este tipo llevan un traje especial de protección contra la pérdida de sentido, ya sea por “oscurecimiento” (escasez de sangre en el cerebro) o por “enrojecimiento” (superabundancia de sangre). Tengamos en cuenta finalmente que el vuelo […] tiene que ser “en picado” para pasar la barrera del sonido. Y, según dicen los que han hecho esta prueba, la salida del picado somete al avión a una prueba tan rigurosa como alcanzarla, las correas casi se clavan en los pilotos y la gravedad tiende a producir la pérdida del sentido”.

Zorita había solicitado tentar la Barrera durante un curso de piloto de pruebas que hacía en Francia. Después de varias negativas por parte del Mando francés, que no quería arriesgarse a un accidente de un piloto extranjero ni a perder un avión costoso, fue finalmente autorizado gracias a las cualidades que demostraba. Ese día hizo el vuelo supersónico, convirtiéndose en el primer español en lograrlo. Curiosamente lo encontró “más fácil de lo que creía”.

Se trata de una hazaña apolítica, parte de la historia de la Aviación Española. Fue realizada por el afán de Zorita de situar a nuestra aeronáutica al más alto nivel, y sólo posible tras haberse formado extraordinariamente en distintos aviones y destinos, lo que le permitió adquirir una pericia y experiencia en vuelo notables.

El logro fue resaltado ampliamente en la prensa española y francesa. El tema era de actualidad, pues tenía los ingredientes de una buena historia: exploración de lo desconocido, desafío tecnológico, pilotos arrojados, preocupadas esposas que eventualmente se convertían en jóvenes viudas, sucesiones de fracasos, intereses económicos, competencia empresarial, aventura y fama.

Dos años más tarde, Zorita se mató probando un prototipo de avioneta que tenía graves problemas. Presiones comerciales obligaron a darle una última oportunidad, en vez de realizarle las modificaciones necesarias en fábrica. Como jefe del Grupo de Experimentación en Vuelo del Ejército del Aire, Zorita asumió personalmente el riesgo, la avioneta volvió a fallar, y se estrelló. Se truncó así tempranamente su vida y carrera a los 39 años. 

El Ayuntamiento de Madrid concedió unos años más tarde el nombrar una calle como Comandante Zorita, “como homenaje al malogrado aviador, primero de los españoles en vencer la Barrera del Sonido”. De esta forma comenzó, y ha continuado ahora, el nombre de Demetrio Zorita Alonso, primer español “supersónico”, en el callejero del barrio.

Demetrio Zorita


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