El colegio Gil-Díaz desaparece

Los padres denuncian la falta de información y de atención de Ayuntamiento y Comunidad

La remodelación del paseo de la Dirección amenazaba desde hace años con hacer desaparecer el colegio Gil-Díaz (calle de Sorgo, 68-70), un centro concertado de Infantil y Primaria, con 56 años de historia y unos 170 alumnos.
Los últimos dos años, el colegio ha retrasado su cierre pactando acuerdos con el Ayuntamiento, pero a principios de marzo la dirección del centro ya comunicaba a los padres y madres de los alumnos la fecha de demolición del edificio: el mes de agosto.
En la circular se informaba también de la necesidad de que los padres solicitaran la inscripción de sus hijos en otros colegios y de las fechas establecidas para hacerlo. “Los alumnos ya han sido reubicados, y han podido elegir centro de forma prioritaria y preferente: cada uno ha optado por el que más le interesaba”, sostiene la directora del Gil-Díaz, Almudena Gil, a la que los padres y madres están muy agradecidos por haberles ayudado con todos los trámites: “Si no hubiera sido por ella, los niños estarían aún sin matricular”, de-fiende José María González, padre de un alumno, que está al frente de los afectados.
Los familiares se quejan de que solo se les han concedido tres días de plazo para decidir dónde escolarizar a sus hijos, además de que ni el Ayuntamiento ni la Conse-jería de Educación de la Comuni-dad de Madrid se hayan reunido con ellos. “El único encuentro mantenido ha sido con el propio centro. Supuestamente, la Comu-nidad tenía que haber ido a informarnos, y no ha sido así. Los padres hemos solicitado una reunión con el director del Área Territorial de Madrid Capital de la Consejería de Educación, Boni-facio Alcañiz, y no nos ha recibido”, manifiesta José María González.
Ante el desamparo de la Admi-nistración, los padres buscaron el apoyo del grupo municipal socialista, que en el último Pleno demandó una reunión “a la mayor brevedad posible entre padres, Ayuntamiento y Comunidad para tratar todos los aspectos relacionados con la escolarización de los alumnos”. La solicitud fue aprobada por unanimidad, si bien al cierre de esta edición la reunión no se había producido.
“Queda mucho por hacer en el paseo de la Dirección; ni siquiera han terminado las casas para realojar a la gente: no entendemos tantas prisas. Esto tenía que haberse hecho de otra forma, con más tiempo y delicadeza”, continúa este padre.
Paloma Escobar, otra madre afectada por la desaparición del colegio, habla en una carta enviada a esta redacción en el mismo sentido: “Lo que da pena es la forma y el fondo de cómo se están haciendo las cosas. ¿Y qué pasará con los profesores? Llevan décadas educando a niños del barrio y creo que merecen un reconocimiento por encima del valor del terreno del colegio”.

Cristina Sánchez 

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