La vejez: qué mal invento

Víctor Pilin – 18/11/1998

No cabe duda que una imagenvale más que mil palabras, pero a veces esa misma imagen nos sugiere algo más de lo que podamos leer en esa cantidad de caracteres. La imaginación se puede disparar para envolvernos en alegría o tristeza según lo que nuestros ojos puedan distinguir dentro del fotograma.

Si cogemos esta que hoy publicamos e intentamos adentrarnos en ella, podremos llenarnos de una profunda tristeza ante lo patético que puede ser una situación que podemos ver cotidianamente en nuestro barrio.

Una anciana andando cansinamente por el carril bus de la calle Bravo Murillo sin preocuparle el peligro que entraña el tráfico. Sin duda, sus preocupaciones iban más allá de defender su integridad física. Arrastrando una caja de fruta repleta de lo que pudo conseguir para su pecunio diario se dirige a su lugar de residencia inmersa en sus pensamientos, preguntándose seguramente, aunque lo mismo lo tiene asumido, por qué le ha tocado vivir la última fase de su vida en estas condiciones, cuando debería estar disfrutando de su vejez rodeada de gente que se la hiciera más agradable.

Quizá debamos reflexionar ante esta imagen para que, como en otras culturas, tengamos a nuestros mayores en más estima que los tenemos nosotros, porque a fin de cuentas todos llegaremos a estas edades. Donde estés, estorbas.



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