Tetuán 30 días cumple 20 años: el Rastrillo
La larga cola del mercadillo dominical (I)
Tetuán 30 días, 21 de noviembre de 2014
Cuando el 6 de febrero de 2005 el Rastrillo de Tetuán ocupó por primera vez la avenida de Asturias, todos sabían que ya nunca regresaría a su emplazamiento tradicional, la calle del Marqués de Viana.
La construcción del túnel de Sor Ángela de la Cruz, que atraviesa Bravo Murillo y conecta el distrito con la M-30, fue la versión oficial y el argumento de mayor peso a favor de un cambio que el partido en el gobierno, el PP, llevaba en su programa electoral.
“Si el traslado es por las obras, que se suspenda temporalmente”, decía en 2003 José Luis García Vega, representante de la comisión vecinal creada para evitar que uno de los mercadillos más importantes de Madrid se instalara en la nueva vía que conectaba Almenara con plaza Castilla. De fondo estaban los problemas de inseguridad y limpieza, que traían de cabeza a los residentes en Marqués de Viana.
“El Rastrillo no tiene quien lo quiera”, publicábamos con tino en “Tetuán 30 días” en diciembre de ese año, cuando vecinos de la avenida de Asturias se manifestaron ante el “inminente traslado”. Nadie estaba conforme, y cualquier decisión que se tomara, en una u otra dirección, acabaría perjudicando a una de las partes. Ésa ha sido la tónica durante estos 20 años, en los que el mercadillo de Tetuán ha supuesto, sin duda, uno de nuestros temas protagonistas.
“Rastrillo, sí; Rastrillo, no”
Ya en sus orígenes, alrededor de 1920, las crónicas de la época hablaban de los disgustos del vecindario por el alboroto y la falta de higiene de este conocido mercadillo de la capital. Entonces, los puestos callejeros de frutas y verduras se amontonaban entre los números 263 y 296 de Bravo Murillo. Más tarde pasarían al solar del cine Savoy, ya en Marqués de Viana, donde se transformó en un mercado de antigüedades, carácter que acabó perdiendo.
Fue en 1995, un año después de que esta cabecera viera la luz, cuando la Junta Municipal de Tetuán, con Beatriz Elorriaga al frente, planteó la posibilidad del traslado. “Rastrillo, sí; Rastrillo, no”, titulábamos. En ese momento se barajaban como opciones el paseo de la Dirección y las inmediaciones de la glorieta de Cuatro Caminos.
El grupo municipal de IU siempre defendió su ubicación “de toda la vida, como seña de identidad del barrio, en lo que se refiere al comercio y la convivencia”. Era el lugar de encuentro del vermú de los domingos y festivos. Lo mismo pensaban los propietarios de las tiendas de Marqués de Viana, cuyas ventas aumentaban considerablemente los días de Rastro. “Lo que en realidad molesta son los puestos que se colocan en mitad de la calle, indebidamente”, decían los comerciantes.
Del otro lado estaban los vecinos, quienes alertaban del peligro al que estaban expuestos si se producía un incendio o una emergencia, pues la calle estaba cerrada al tráfico.
Inseguridad y falta de limpieza
Siete años después, en 2002, los residentes de Marqués de Viana no aguantaban más y pedían soluciones por la inseguridad y la falta de limpieza en el Rastrillo.
El PSOE denunciaba en los Plenos la falta de efectivos policiales en la zona, además de la suciedad y las molestias que el mercadillo ocasionaba. “La basura no se recoge a las 14 horas, cuando se deben desmontar los puestos, y los vecinos no pueden usar sus plazas de garaje durante toda la mañana”, explicaba la entonces vocal del grupo, María Teresa Hernández.
El concejal-presidente de la Junta, Luis Asúa, se comprometió a aumentar la presencia policial y la limpieza en el entorno.
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