Ya es algo público, que todo el mundo sabe: estamos en crisis, y no en una crisis cualquiera, sino en una de carácter global, sobre la cual los analistas no se ponen de acuerdo respeto a cuándo finalizará.
Lo cierto es que, si todavía hubiese políticos que no quisieran aceptar la profundidad de esta recesión, les invito a que se den una vuelta por la calle principal de Tetuán, Bravo Murillo. Es realmente triste pasear desde Cuatro Caminos a Plaza de Castilla y comprobar la gran cantidad de comercios que se han visto obligados a echar el cierre. Hay también un montón de carteles de “se alquila”, “se vende” o “se traspasa” local. Algunos aguantan, pero ya anuncian a los vecinos que les queda poco para desaparecer; otros, no lo obviemos, están convirtiendo la crisis en una oportunidad −no a todos los negocios les iba a ir mal−, pero el panorama es cada vez más desolador, y no digamos si ya callejeamos por otros viales no tan comerciales...
Sin embargo, el gran problema es que no se están adoptando medidas de choque para paliar esta realidad. Los pequeños comercios sufren, pero nadie les ayuda a sobrellevar la coyuntura, con soluciones del tipo rebaja de impuestos o de los pagos a la Seguridad Social, por ejemplo.
El verdadero y rico tejido empresarial de nuestro país lo forman las pymes, micropymes, autónomos y multitud de negocios como los que hay, o había, funcionando en Tetuán. Y mientras no se les apoye de manera tangible y práctica, seguiremos perdiendo negocios y empleo. Y en el distrito esto ya se nota de una forma alarmante.