“En este taller he hecho bicicletas para cojos, para mancos, para ciegos…”

Higinio Domingo Perucha, ciclista empedernido y creador de bicicletas

Albert Einstein dijo: “La vida es como montar en bicicleta. Para mantener el equilibro hay que seguir pedaleando”, y Perucha, aparentemente, está de acuerdo: se subió por primera vez a los 14 años y a día de hoy, con 83, sigue sobre el sillín. Ciclista de corazón, pero “de profesión, mecánico soldador maestro matricero”, destreza que le ha llevado a fabricar bicicletas con sus propias manos desde hace seis décadas.

¿Recuerda la primera vez que subió en una bicicleta?
Sí que lo recuerdo porque el primer día me fui de aquí a El Pardo ¡y vuelta, claro! Como trabajaba bastante lejos y tenía que coger el Metro, el tren e ir andando... pensé en ir en bicicleta. Y me compré una de ocasión, BH, que era de carreras. Y con 15 años, en las primeras vacaciones que me dieron en el trabajo, me hice de un tirón Madrid-Valencia.

¿Cuántos años lleva encima de una bicicleta?
Desde los 14 hasta hoy, que tengo 83 y medio.

A día de hoy también sigue saliendo, ¿no?
Sí, el otro día mismamente, nos recorrimos medio Madrid para hacerle un homenaje a un gran amigo, Enrique Otero.

¿Cuántos kilómetros han recorrido sus piernas?
Hasta los 46 años, calculo que unos 40.000 kilómetros anuales.

Además de ser amante de las bicicletas, es usted artesano.
En los años 50 más o menos, yo quería hacerme una bicicleta y fui a Casa de Otero, que está en la calle de Segovia. Allí, con el señor Enrique, vi por primera vez cómo se hacían; él fue mi primera enseñanza. Y yo me construí la primera bicicleta en el año 57 y con ésa me fui al Tour.

Dígame por dónde empieza uno a fabricarse una bicicleta.
Se empieza por el cuadro. Yo mido el cuerpo humano (brazos, laterales, piernas...) y hago un pequeño croquis o dibujo con las medidas exactas. Luego cortas los tubos y vas soldando con arreglo al acople que corresponda.

¿Y cuál es la última pieza?
Yo tengo por costumbre siempre apretar el tornillo del manillar, que es el que fija la dirección de la bicicleta, porque recuerdo lo que ocurrió en un Tour de Francia en el que participé. Un mecánico se dejó ese tornillo flojo y, al bajar un puerto de los Pirineos, a Casartelli se le fue la rueda a un lado y se mató. Por eso siempre me aseguro de apretar ese tornillo al final.

¿Es diferente la sensación al montar en una bicicleta comprada que en una fabricada por uno mismo?
¡Una que te has comprado no tiene las mismas características que la que te haces tú! Yo cojo una bicicleta no hecha por mí y noto una diferencia que ¡vamos! Además de que te sientes más feliz encima de una bicicleta hecha por ti mismo, porque es un orgullo decir: “Esto está hecho por mí, con la conciencia de mi sabiduría y mi trabajo”.


¿Ha construido diferentes tipos de bicicletas?
Yo soy el pionero de las bicicletas para paralímpicos. Tengo los mejores cuadros de tándem del mundo para ciegos. Ellos van en una bicicleta de dos personas, pero el ciego va atrás, y el que va de piloto es el que dirige todo. Ellos deben ser muy similares en altura y peso, porque si no, no se puede.

¿Pero cómo surge esto de hacer bicicletas para ciegos?
Me llamó la Federación para ir a París a un campeonato mundial de ciegos en tándems. Tándems hechos allí, que pesaban una barbaridad. Tuve la gran suerte de que uno de los ciclistas más famosos de la ONCE pinchó y yo le di la bicicleta de otro, porque era por equipos, y consiguió llegar a la meta. Entonces, después, opté por hacer unos cuadros más pequeños y conseguí quitar 12 kilos de peso haciéndolos de aluminio.

¿Es la bicicleta un vehículo que no tiene límites?
He hecho bicicletas para cojos, para mancos, para ciegos… Aquí ha venido un chico con una pierna rígida y le hice una base para apoyarse y con la otra daba pedaladas. Para otro le hice un apéndice donde colocar el brazo que tenía impedido. También he hecho bicicletas de carga para los repartidores de comida… Todo eso está hecho aquí, en este taller, porque hago todo lo que es el utillaje. Igual te hago el rabito para una txapela vasca, que un transatlántico [se ríe].

¿Hay alguien que siga con el legado de su artesanía?
Yo enseño a todo el mundo y hay chavales que despuntan. Tengo un chaval en Inglaterra que se ha formado aquí como buen mecánico y es de los mejores alumnos que he tenido. Allí tiene su negocio, donde repara, hace cuadros y ofrece asistencia.

Pero los jóvenes llegan al taller y entonces...
Sí, ellos vienen y yo les enseño. De hecho, en unos días empieza un curso de creación de cinco a ocho de la tarde. Pueden venir aquí, se pagan la soldadura, que son unos 20 euros, y aprenden desde el principio. El curso dura hasta que terminen el cuadro, y después ellos ya saben.

Lo que nadie sabe es si alguno de sus aprendices, en un futuro, llegará a crear 2.000 o 3.000 bicicletas como reconoce haberlo hecho su maestro, Perucha.

 

Julia GAS


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