Tetuán resiste.
Es notorio -a la vista está- que las cosas no van bien. Me encuentro ahora mismo en mi casa, con mil cosas que hacer, pero sin ninguna fecha importante en el calendario futuro, y es que me lo han cancelado todo, pero sé que merece la pena que sea así.
Como todos, yo pensé que esto era alarmismo puro, que eran unos exagerados y que esto iba a quedar en agua de borrajas. Como tantas veces me equivoqué, y lo que era mi futuro ahora solo es presente, y quizá necesitábamos esto para darnos cuenta de que el presente es un presente.
Quién me iba a decir que iba echar de menos saludar al conductor del 49 todas las mañanas. Quién me iba a decir que iba extrañar saludar a mis vecinos o bajar a la calle con los amigos. Quién me iba a decir que extrañaría Plaza de Castilla a las ocho y a las dos. Quién me iba a decir que extrañaría el mercadillo de los domingos o la biblioteca o la cotidianidad. Quién me iba a decir que yo iba extrañar el presente al que a menudo no presto atención y al cual no le daba ninguna importancia. Y es que ese presente, que es un presente, era nuestra vida.
Pero hay esperanza. Estamos sacando lo mejor de nosotros mismos. Como por ejemplo la historia de Noelia, una mujer como tantas otras en nuestro barrio que friega escaleras y que con esta crisis ha visto reducido su trabajo y, ante esto, se ha puesto a coser mascarillas con los materiales que le proporciona una empresa local, y como ella está cosiendo mascarillas para los vecinos, los vecinos se han organizado para limpiar la escalera y han seguido pagando a Noelia su salario. O como Yuanlee, que ha cerrado su tienda de alimentación y está llevando las bolsas de la compra a sus clientas que son mayores y no pueden salir de casa por el virus. O como Leila, que estudia magisterio y como le han cancelado las clases de la Universidad se ha organizado para dar clase a sus vecinos más pequeños por videollamada. O como Maicol, mi peluquero de toda la Vida, que está yendo a las casas de los mayores y de las personas con diversidad funcional a cortarles el pelo sin cobrar un duro y tras haber cerrado su pequeño negocio. O como Luis, que tiene una lavandería y está lavando gratis la ropa de los sanitarios. O Lidia, que va todas las mañanas a trabajar para que no nos falte de nada en el supermercado.
Estas cosas hacen grande a nuestro barrio y demuestran la gran capacidad de apoyo mutuo. Y que aunque digan lo contrario hay buena gente aquí que se cuida. Por todo esto y mucho más, Tetuán resiste, como lo ha hecho siempre, por su gente.
Pablo Plaza Móstoles
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