El que fuera alcalde de Madrid dejó un gran legado artístico en y tras su mandato
Agustín Rodríguez Sahagún: por amor al Arte
Jose María Carrascal, 5 de octubre de 2024
El Rodríguez Sahagún, ese gran parque que se expande por el noroeste de Tetuán, que casi todos conocen y muchos, de una u otra manera, también disfrutan, se llama formalmente Parque de Agustín Rodríguez Sahagún, en recuerdo del que fue, durante un corto periodo –de junio 1989 a julio 91– alcalde de Madrid. Personalidad singular, licenciado destacado en Económicas y en Derecho en Deusto y Valladolid, con estancias en universidades extranjeras, había tenido una intensa y productiva actividad en el País Vasco y en las organizaciones empresariales, hasta su ingreso en política de la mano de su paisano abulense, Adolfo Suarez, siendo, entre otros cargos, responsable de los ministerios de Industria y de Defensa.
Su prematuro y muy sentido fallecimiento venía a coincidir con la finalización de una primera fase del parque, que se conformaba sobre los terrenos que mantenían el equívoco y popular nombre de Huerta del Obispo; lo que fue oportunidad y razón del cambio de titularidad.
Unos años después, el 15 de febrero de 1995, en el interior del parque, en una zona regularmente transitada, se instala la escultura de Eduardo Chillida, que se inaugura con gran boato: presencia del escultor, de los familiares de Rodríguez Sahagún, del alcalde Álvarez del Manzano, la concejala María Antonia Suarez, guardia urbana de gala... Obra en acero cortén, como sólido tronco de tres metros de altura, se abre hacia el final en cuatro ramas entrelazadas para recordar, con motivación elegiaca a quien especialmente había admirado al gran escultor vasco. Y es que Agustín Rodríguez Sahagún fue también un decidido promotor de la pintura y la escultura; mantuvo incipientes editoriales y alguna galería, como ‘Frontera’, por el barrio de Los Jerónimos, que en los años 70 fue como un refugio y un apoyo al arte de vanguardia.
Por ello, al llegar a la alcaldía incorporó a las actividades que se preparaban para ‘Madrid Capital Europea de la Cultura 1992’ un insólito y ambicioso Simposio Internacional de Escultura, que logró convocar a destacados artistas del momento, que además comenzaron a trabajar in situ para dejar sus originales y monumentales creaciones, en lo que se fue conformando como Parque de Juan Carlos I, dentro del Campo de las Naciones. Las obras de Miguel Berrocal, Amadeo Gabino, Dani Karavan, Yolanda Augsburg, Toshimitsu Imai –otro homenaje a Agustín Rodríguez Sahagún–, Utande y otros, enriquecen el ya de por sí espectacular paisaje, que cuenta con ofertas recreativas y deportivas dentro de un exigente proyecto ecologista.
Rodríguez Sahagún no pudo ver lo que de alguna manera se considera su legado, esa impresionante colección de esculturas contemporáneas; pero valga aquí como anécdota o como síntoma de su determinación y generoso criterio en la promoción del arte urbano, el decidir la instalación al final de la avenida de la Reina Victoria, en la Glorieta del Presidente García Moreno, en las proximidades de la histórica vivienda de Vicente Aleixandre, de un busto que representa al poeta; que es la obra voluntariosa y muy trabajada del escultor toledano Juan López Ballesteros, que se encontraba relegada en los almacenes de La Villa, porque tenía ese interés y valoración de la escultura de cualquier autoría, de cualquier dimensión y representación.
La escultura de Chillida, tan sólida y solitaria, atractivamente herrumbrosa y evocadora, es, sin duda, el mejor recuerdo y homenaje a Agustín Rodríguez Sahagún en el siglo XX, que perdurará vigente en el tiempo. Quizás pidiendo ya la compañía, la sinergia de otra creación, instalación o landart, que signifique la actual vida del parque, y a la vez corresponda con ese otear y proyección del futuro que siempre tuvieron estos dos personajes.
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