Descubriendo los rincones de Tetuán
La “casa del pintor” o Villa Arán
Tetuán 30 días, 2 de marzo de 2016
Los últimos lustros del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX fueron un periodo apasionante: descubrimientos, crisis, indefiniciones, industria, migraciones, comunicaciones, la “belle époque” en definitiva. También cambio de actitudes, de mentalidades, pero no todo lo pasado iba a desaparecer o a ser sustituido. En Arquitectura, llega la liberación de la mano del incipiente uso del hormigón y, sobre todo, gracias a las construcciones metálicas, estrechamente vinculadas al Modernismo. Sin embargo en Madrid, el estilo propio recibe el título de Eclecticismo, una corriente que amalgama con mayor o menor fortuna cuantos estilos se puedan imaginar. A menudo denostada, explica como ninguna las contradicciones de una época.
Como nos dice Óscar da Rocha en su libro “El Modernismo en la Arquitectura Madrileña”, la Villa Arán o “la casa del pintor”, situada en la calle de Abel, 17, es quizá el único ejemplo que ha llegado a nuestros días de una tipología muy particular: las viviendas-taller, en especial aquellas para artistas.
La simbiosis entre vivienda y espacio de trabajo es una constante en la arquitectura residencial urbana, tomando el mundo rural como referente idealizado para una ciudad sucia y dura. A principios del siglo XX, la cornisa de Bellas Vistas no distaba mucho de ser un idílico y tranquilo refugio para un pintor.
Unir en una misma construcción una vivienda y un taller, genera una diversidad compositiva, que enriquece la escena urbana donde se asienta. Un pintor demanda luz homogénea, aquella que no deslumbra. Les invitamos a descubrir la orientación del ventanal hacia la calle de Abel. Tras los cristales, el estudio del pintor Marceliano Santamaría (1866-1952).
En esta esquina del distrito, atisbamos otros vestigios de villas u hotelitos similares, con o sin anexo laboral, en una arquitectura del ladrillo más o menos respetada, pero fuertemente intrincada en la memoria de Tetuán por tantas y tantas casas bajas a lo largo de los seis barrios. Todo este patrimonio popular no está adscrito en su mayoría a la arquitectura de arquitectos, sino a la autoconstrucción o a la mano de albañiles y maestros de obras, expertos en esta técnica.
No es el caso de la Villa Arán, que fue proyectada por uno de los arquitectos más significativos del periodo, Eduardo Gambra Sanz (1878-1964), autor de edificios como la Sociedad Gran Peña, de marcado carácter ecléctico, como tantos otros en el primer tramo de la Gran Vía o el edificio de viviendas en la Plaza de Jesús, 5, éste sí de clara influencia modernista.
Las ampliaciones, modificaciones y reparaciones son intrínsecas a la arquitectura. En este caso no es menos, aunque han llegado en un estado que todavía nos permite comprender sus características originales. Hace un par de años pudimos visitar la vivienda, por gentileza de los inquilinos. Conserva un ambiente propio de su época, principalmente porque los propietarios buscan arrendarla a personas que trabajen con las artes y requieran de un espacio con las condiciones apropiadas.
En definitiva, es un símbolo, un recuerdo que forma parte de la memoria de lo que fue en un tiempo Tetuán. Y sobre todo pone de manifiesto que la mejor manera de conocer nuestro entorno es caminar con los ojos bien abiertos y no dejar de hacerse preguntas.
Miguel Díaz Rodríguez
Vecino de Tetuán y arquitecto
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