EDITORIAL: Bellas Vistas, orgullo e insatisfacción

En las últimas semanas hemos conocido por la prensa que Tetuán es “el barrio más peligroso de Madrid”; que 19 cámaras de videovigilancia pueden “blindar” un distrito de 5,3 kilómetros cuadrados, y hemos asistido al ascenso de un delincuente común a “capo” del narcotráfico. Son sólo tres ejemplos que ya justificarían de por sí la marcha del pasado 16 de noviembre contra la “distorsión informativa” y a favor del orgullo tetuanero.

 

De un tiempo a esta parte resulta complicado encontrar en los medios una referencia a estas calles que no cargue las tintas de lo exótico o lo sórdido, convirtiendo cada suceso en la demostración empírica de “lo que pasa en Tetuán”, y eludiendo cuanto aquí se hace de bueno. Por ello aplaudimos la convocatoria “básicamente vecinal” de la manifestación, que reunió a un nutrido crisol de vecinos y a no pocas asociaciones del barrio. No obstante, no puede obviarse la homogeneidad de las formaciones políticas participantes –ningún grupo de la oposición municipal se unió a la iniciativa– ni el hecho de que muchos sintieran que “Tetuán se manifestaba contra Tetuán” −como tituló un digital–, o que había en la marcha cierto poso de abandono o desamparo hacia algunos vecinos, cuyos problemas parecía que se intentaban minimizar, cuando no blanquear.

 

A los vecinos amenazados, a los que soportan el trapicheo, las peleas y los ruidos cada fin de semana poco les puede reconfortar que se culpe de sus desgracias a un oscuro plan especulativo en el barrio. Un plan que, paradójicamente, estaría indirectamente impulsado por quienes más tienen que perder: los vecinos denunciantes y, a su vez, propietarios de viviendas en la zona. Por otra parte, apoyándonos en las estadísticas policiales, asegurar que Tetuán es un distrito en líneas generales seguro es una verdad insoslayable; explicar lo que ocurre diciendo que parte de los problemas vienen porque en la idiosincrasia de algunos vecinos está el hablar alto es, simplemente, una tomadura de pelo.

 

Lo que ocurre, pues, en Topete y alrededores, no es más que el mismo problema –agravado por la dejadez de varias legislaturas– que el enclave viene arrastrando desde 2002. Aquel año, ‘Tetuán 30 días’ ya publicó las preocupaciones vecinales de la zona, que coincidían casi punto por punto con las actuales: drogas, ocio nocturno descontrolado, peleas y roces de convivencia. 15 años después la situación no ha mejorado, como no lo ha hecho en Azca, el otro polo tradicional de conflicto en el distrito, cuyo goteo de incidentes persiste cada fin de semana, sin que ni el Plan Director ni la Zona de Especial Protección Acústica hayan servido para atajarlo.

 

Por todo ello, reivindicamos desde estas páginas nuestro orgullo por un distrito con presente y con futuro, frente al brochazo mediático. Ahora bien, el hecho de que la convivencia sea más que aceptable en nuestras calles, o que se estén poniendo los mimbres –ahí está la Universidad Popular– para que sea aún mejor, no puede significar dejar de lado los problemas concretos. Ésos cuya resolución no precisa de grandes debates y sí de medidas correctoras que permitan a algunos descansar, e incluso participar también de este orgullo. Para todos, feliz Navidad y próspero 2018. Nos vemos a la vuelta.


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