Medio siglo dista entre estas dos fotografías de una de las curvas más reconocibles de nuestro Bravo Murillo: esa que, en dirección a la Plaza de Castilla, se vence hacia la izquierda, al llegar a la altura de Marqués de Viana.
Aquel Tetuán del cambio de década 60-70 aparece casi irreconocible al ojo actual, aunque la imagen antigua deja algunas pistas. No en el viejo adoquinado de la gran arteria del distrito, ni en los ya entonces arcaicos tranvías de ida y vuelta –correspondientes a la Línea 78, que hacían su recorrido entre Estrecho y Fuencarral–, ni en la boca de la estación de Metro de Tetuán, por esos años aún ubicada en Bravo Murillo y que hoy, girada 90 grados, se adentra hacia General Margallo.
Encontramos pues las pistas en la derecha de la imagen, donde se levantaba la estructura de Bravo Murillo, 297, el complejo de bloques en forma de U, que ocuparían el solar que 40 años antes había albergado la plaza de toros de Tetuán. Un poco más abajo se reconoce también el bello edificio de ladrillo que aún se mantiene y en cuyos bajos resiste un conocido negocio de perritos calientes. Al otro lado de la calle, en la acera de los pares, se suceden varios inmuebles de diferentes alturas, desaparecidos tras la apertura de la conexión de Sor Ángela de la Cruz con Bravo Murillo. Solo dos de ellos se conservan hoy, ya muy reformados: los de color ocre y gris, que forman las esquinas de la calle del Lino.
Por lo demás, la fotografía, de finales de los 60 o inicios de los 70, refleja toda una época a través del intenso tráfico de la calle, poblada de modelos muy reconocibles, como los Seat 600 y 850 Coupé, una DKW subiendo hacia la Plaza de Castilla o un taxi Renault 4, el célebre “4 latas”; al menos seis peatones cruzando la calle “a la madrileña”, esto es, por cualquier lugar indebido, o el delicioso anuncio de la botella de Coca-Cola “superfamiliar”, con una capacidad de un litro y que incluía como novedoso avance técnico “el tapón de rosca”.
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