Realojó a 2.800 familias, aunque se retrasó más de una década
El fin de la remodelación de La Ventilla y Valdeacederas cumple 20 años
David Álvarez, 9 de enero de 2023
Aquel 9 de diciembre de 2002 los últimos vecinos de Almenara se afanaban en sus mudanzas hacia sus nuevos pisos en el barrio, que se habían sorteado en el mes de julio anterior. Eran “los últimos de La Ventilla” por realojar: La remodelación de La Ventilla y Valdeacederas había acabado.
El proyecto, no obstante, había comenzado mucho antes. En 1979, dentro del Plan Barrios en Remodelación, que también llevó mejoras a Palomeras, El Pozo o Carabanchel, y contemplaba para las dos barriadas tetuaneras el realojo de 2.813 familias de la zona, a las que habría que sumar posteriormente 1.775 viviendas más.
El Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) se encargaría de una rehabilitación que pretendía transformar la zona más marginada de Tetuán y construir viviendas dignas y equipamientos básicos. No iba a ser fácil. La falta de suelo, la necesidad de derribar primero las casas expropiadas para poder construir –mientras muchos vecinos se negaban a abandonarlas y otros ocupaban las vacías–, los continuos retrasos en los sorteos y diversos problemas judiciales fueron alargando un proceso que debía haber acabado en 1989, pero cuyo final no llegó hasta 13 años después, y solo en la parte –fundamental– de los realojos. Aquel diciembre en el que se concluyó la ultima mudanza distaba en más de tres lustros de la primera entrega de llaves.
A esto había que sumar la escarpada orografía del ámbito –10 veces más grande que el actual del paseo de la Dirección–, con fuertes pendientes y colmatado de edificaciones bajas, calles estrechas, sin solares libres y con una vaguada que separaba ambos barrios.
La actuación supuso la mayor remodelación de un barrio llevada a cabo en España y sirvió para cambiar la trama urbana de La Ventilla. Para ello, tuvo que sufrir durante años un desolador escenario de desmontes, barro, infraviviendas y comercios aislados, que se defendían de los asaltos con carteles de “casa habitada” pintados en las fachadas.
Poco a poco, las casas bajas y los bloques dieron paso a manzanas cerradas, se establecieron nuevas alineaciones y zonas verdes. Tiempo después llegarían los equipamientos. En junio de 2000 se había estrenado la avenida de Asturias sobre el trazado aproximado de la calle de Curtidos, que vertebraba antiguamente la zona. El nuevo eje, de 58 metros de ancho y que conectaba la Plaza de Castilla con Sinesio Delgado, se abrió al tráfico sin inauguración oficial y con uno de los carriles laterales taponados, por la cerrazón de varias familias que se negaban a abandonar viviendas y negocios.
La zona dejaba de vivir a espaldas del distrito y veía al fin un rayo de esperanza. Para lograrlo resultó determinante el papel de las asociaciones vecinales de ambas barriadas, luchando en los despachos y en las calles, escuchando e informando a miles de afectados. Una plaza rinde hoy homenaje al movimiento vecinal en el lugar donde empezó a cambiar la vida de los ventilleros.
Fotos: Archivo Tetuán 30 días.
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