Gracias a los gobernantes, que me dan la vida eterna

Creo sinceramente que deberíamos dar las gracias a nuestros dirigentes. Yo, desde algún rincón de mi ser, quiero hacerlo aquí.
Quiero reconocerles a los que destrozan nuestra vida el que gracias a ellos tengamos la oportunidad de conseguir cupones para la otra, es decir, la otra vida, que sin duda debe ser mejor que esta.
La tiranía no tiene otro objeto que disimular o encubrir el disparate y la locura. Pero no hay mal que por bien no venga –verdad que muy pocos comprenden en toda su extensión y trascendencia–, y la maldad y estupidez de los dirigentes mundiales acaso sea un buen caldo de cultivo para la santidad.
Gracias a la falta de empleo, a la subida de impuestos y de precios, los de siempre, los que no tienen ni grandes empresas, ni bancos, ni rentas; los que no tienen casa ni trabajo ni donde caerse muertos; los que, en fin, son incapaces de pisar al prójimo o hacer lo que sea para satisfacer sus locos deseos pagaremos el pato, el faisán, el caviar y el champán de los ricos y los poderosos.
El consuelo es que los de siempre no siempre lo serán.
La política tiránica y descabellada de nuestros gobernantes, cuya falta de conciencia –amén de su inconsciencia– es la pesadilla del mundo, acaso haga a los desheredados merecedores de un hueco en el cielo, aunque no fuese más que un solar de 30 metros cuadrados.
Los que han de ir al infierno por sus actos impíos, por el terrible daño que hacen y se hacen a sí mismos, todos lo tenemos más o menos claro.

  Votar:  
Resultado:0 puntos0 puntos0 puntos0 puntos0 puntos
  0 votos