Quizá el lector inadvertido pueda pensar que, con la salida de la concesionaria Dragados, el paseo de la Dirección ya ha terminado su suplicio de obras y molestias. No es así. Aún faltarán años para ver terminado un proyecto ultrajante para los vecinos y cuyos torpes e inciertos resultados ya no compensarán todo el sufrimiento padecido.
Lo que al menos sí ha terminado ha sido el secuestro de todo un barrio por parte de una empresa privada. Un secuestro en el que el chantaje y la humillación han estado a la orden del día, todos los días, durante una década. Y un secuestro del que el vecindario sólo se ha librado tarde y pagando el rescate. Que el delegado de Urbanismo cuente si no a los expropiados lo que reconforta el “ahorro” de casi 50 millones de euros, del que se jacta tras la resolución con Dragados.
También un secuestro del que permanecía cautivo un Ayuntamiento de Madrid que, en el mejor de los casos, habría actuado con un inexplicable síndrome de Estocolmo; en el menos bueno, con una dejación de funciones lamentable, y, en el peor, cooperando en el rapto. Ya no se sabrá, pues el Gobierno de Ahora Madrid ha tirado de pragmatismo para dejar la pira sin encender –tal y como prometió en su día–, al entender que tratar de esclarecer el abuso iba a servir para judicializar el proyecto y empantanar la zona sine die, esperando un fallo nada claro. Como señaló un combativo vecino, “si algo no se les puede ya pedir a los vecinos del Paseo es paciencia”.
Así pues, la liberación del secuestrado es “una buena noticia”, como dice la concejala Galcerán, “aunque no la solución ideal”. Falta aún por conocer las secuelas psicológicas y físicas −económicas, urbanísticas…– que le han quedado a la víctima, tras estos años de tormento. De su tratamiento se encargará ya el equipo de Gobierno municipal, cuya primera receta ha devuelto la zozobra al barrio: un planeamiento donde tenga cabida un millar de nuevas viviendas en el espacio, por más sociales que sean, es reincidir en el denostado tablero del Monopoly. Máxime cuando aún están por determinar las dotaciones, los accesos y las conexiones de una zona tan privilegiada geográficamente, como abandonada en sus equipamientos.
La premisa de que todo lo que se haga en el paseo de la Dirección será escuchando y dejando participar a los vecinos es el clavo ardiendo al que ahora deberán agarrarse unas víctimas ya chamuscadas. Ojalá sea cierto, y la voz vecinal tenga al fin peso en las decisiones. Lo primero, con todo, será buscar una solución a los que más han perdido. A partir de ahí, que “la recuperación de una zona que ha sufrido mucho”, como dijo el delegado de Urbanismo, sea una recuperación efectiva para el barrio, y no el ensayo de una “nueva” política, cuya ocurrencia inicial es traer más ladrillo. El paseo de la Dirección no está ya para experimentos.
Deje un comentario