AZCA, años 70: el “Manhattan de secano” que se convirtió en corazón financiero de la capital


La configuración de AZCA tal y como hoy la conocemos –tan ajetreada de día como inquietante en las horas nocturnas–, se aprobó hace ahora 60 años, aunque la idea de crear un “nuevo corazón de la ciudad” en el ensanche norte de La Castellana ya figuraba en el Plan Bidagor de 1946, el primer plan urbanístico que reguló los usos del suelo por zonas.

Once años después, en 1957, el arquitecto Antonio Perpiñá ganaba el concurso público para elaborar un Plan Parcial de intervención en esta supermanzana de 19 hectáreas de superficie, estableciendo una ordenación que pretendía emular al Rockefeller Center de Nueva York. Así, el proyecto separaba la circulación rodada de la peatonal, y situaba todo el uso residencial en la vertiente de la calle de Orense, dejando las tres vías perimetrales restantes para edificios comerciales y oficinas. El gran espacio central se destinaría a la construcción de un Teatro de la Ópera, que sería el principal polo de atracción del proyecto.

La idea del arquitecto era que este gran espacio libre constituyera “una verdadera isla para el peatón dentro de la ciudad, sin interferencia alguna con el tráfico rodado”. También señalaba como otro de los objetivos del proyecto uno que, a día de hoy, se ha incumplido a todas luces: “No se pretende la mera ubicación de unas zonas comerciales y oficinas, sino que éstas den la correspondiente ambientación para una serie de actividades propias de comunidad”.

El plan de Perpiñá se aprobó siete años después, en 1964, aunque las grúas y los operarios no llegaron hasta finales de esa década (1968) para iniciar la urbanización del ámbito y levantar el que sería el primer edificio en construirse –antes incluso que los bloques de viviendas, que serían los siguientes–: el centro comercial de El Corte Inglés, a la postre, verdadero “imán” de la zona desde entonces. Máxime cuando, en 1974, se eliminaba el teatro previsto, sustituido mediante un decreto por una zona verde de uso público.

Paisaje laberíntico y vertical

Las fotografías de finales de los años 60 y de toda la década siguiente reflejan la evolución de una supermanzana, que pasó de gigantesco socavón junto a La Castellana a paisaje laberíntico y vertical. Paulatinamente irían surgiendo en el descampado numerosos armazones metálicos que, ya en los años 80, se transformarían en los edificios más altos del país. Un AZCA a medio hacer que Ramón Tamames, por entonces primer teniente de alcalde madrileño, llamaba deliciosamente “Manhattan de secano”, y al que pronto acudirían directores de cine, como Pedro Almodóvar o Eloy de la Iglesia, para rodar algunas secuencias de sus películas más notorias –Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, o Colegas, por dar dos ejemplos–, atraídos por ese escenario entre futurista y distópico.

Aquellas primeras imágenes muestran también la estación de Renfe de Nuevos Ministerios, entonces un pequeño apeadero situado bajo el aparcamiento en superficie, y que había sido inaugurada en julio de 1967, como parte del túnel que conectaba Chamartín y Atocha. No sería hasta 1979 que a la terminal ferroviaria se le añadiera una estación de Metro con el mismo nombre, con accesos al centro comercial, y a las calles de Orense y Agustín de Betancourt.

Tras El Corte Inglés y las pasarelas interiores, les llegó el turno a los edificios residenciales, grandes bloques alineados en Orense que, a mediados de los años 70, ya estaban prácticamente terminados. En la actualidad, AZCA alberga 11 comunidades de propietarios, que aglutinan a unos 2.000 vecinos en una manzana por la que pasan diariamente 120.000 personas.

Primeros rascacielos

En la primera mitad de los años 70 también empezaron a levantarse los primeros edificios de oficinas, junto al paseo de la Castellana, como el Cadagua o Castellana 83, que durante muchos años fue la sede de la inmobiliaria Sacyr. A partir de 1975 arrancarían las obras de tres de sus rascacielos emblemáticos: el edificio Windsor, la Torre Europa, de Miguel de Oriol e Ybarra, y la Torre BBVA, una de las obras cumbre de Francisco Javier Sáenz de Oiza, hasta hoy el único edificio moderno catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumento. Los trabajos en estas dos últimas concluyeron ya en los años 80, mientras que el Windsor, inaugurado en 1979, ardería el 12 de febrero de 2005, ante la atónita mirada de los españoles.

Una de las últimas edificaciones en despegar fue la Torre Picasso que, pese a haber sido proyectada en 1974, no comenzó a construirse hasta 1980. El que fue hasta 2007 el edificio más alto de España (157 metros) sufrió varios contratiempos durante los trabajos, entre ellos el fallecimiento de su arquitecto, Minoru Yamasaki. Finalmente, se inauguraría en 1989.

La Guía de Arquitectura del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) señala que “la intervención de diferentes arquitectos [en la manzana AZCA] ha dado como resultado una imagen heterogénea y un tanto incoherente del centro”. Sin embargo, la reforma y el rediseño en los últimos años de muchos de estos edificios –en realidad, de casi su totalidad, salvo la Torre Negra, donde se localiza la Oficina Española de Patentes y Marcas, única de propiedad estatal– ha homogeneizado y modernizado el conjunto, pero también ha servido para perder identidades singulares, como el caso del Sollube, de José Luis Íñiguez de Onzoño, o, en menor medida, de Torre Europa.

Picasso y el ‘Guernica’

A comienzos de los años 80 el ya avanzado proyecto vivió un globo sonda que duró pocos días, pero que fue seguido puntualmente por los medios. Por esas fechas, el Ayuntamiento de Madrid decidió dedicar la plaza central de la manzana a Pablo Ruiz Picasso, a raíz de lo cual también surgió la “posibilidad” de que el Guernica, ante su inminente regreso desde Estados Unidos, se instalara en el propio AZCA, “en un edificio próximo a construir”. La insólita idea, desinflada rápidamente por el director general de Patrimonio Artístico, Javier Tusell –que la calificó como “muy desafortunada”, y avanzó que el cuadro se instalaría “probablemente en el Casón del Buen Retiro”–, había sido de Tamames.

En cualquier caso, a lo largo de esa década AZCA fue tomando ya el lustre de la modernidad, y progresivamente se iría convirtiendo en el simbólico centro financiero de Madrid –en disputa, ya en el nuevo siglo, con Cuatro Torres Business Area–. También, con el paso de los años, comenzó a sufrir múltiples y variados conflictos derivados de la convivencia entre los distintos usos –residencial y ocio, principalmente–, además de por sus intrincados itinerarios, repletos de subterráneos y pasarelas, cuya promesa de erradicación no se acaba de concretar, pese a los numerosos planes anunciados en los últimos años.

Fotos: Renazca.


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