Bellas Vistas: Viviendas obreras, los “Titanic” y la cúpula salesiana

Rutas turísticas por los barrios de Tetuán (V)

Entre las calles de Bravo Murillo y Francos Rodríguez y las avenidas de Pablo Iglesias y Reina Victoria, se extiende el barrio de Bellas Vistas, que debe su nombre a la Colonia que se sitúa en uno de sus extremos al norte y cuya panorámica de la Sierra madrileña resultaba espléndida en los años 20, cuando fue construida. El barrio, escarpado y lleno de calles estrechas y laberínticas, alberga actualmente al conocido como “pequeño Caribe”, en su parte más próxima a la glorieta de Cuatro Caminos, y sirvió de banco de pruebas de diversos ejemplos de “vivienda social”, casas baratas desarrolladas principalmente por la Constructora Benéfica, para residencia de obreros.


Comenzamos la ruta en el vértice suroeste de Bellas Vistas. Casi en la desembocadura de la “sanfranciscana” avenida de Pablo Iglesias, emerge el Acueducto de Amaniel, cuyos 120 metros y 17 arcos le hacen el más vistoso de toda la travesía del Canal Bajo por el distrito. Al otro lado de la arcada podemos asomarnos a los Jardines de Carlos París y al frontón de “Tudelillas”, plaza deportiva castiza del distrito.

La Cruz Roja y los “Titanic”

En la esquina con la avenida de Reina Victoria hayamos uno de los edificios relevantes más antiguos de Tetuán: el Hospital de la Cruz Roja San José y Santa Adela. Fue construido entre 1893 y 1908 por el arquitecto José Marañón Gómez-Acebo y su posterior discípulo Daniel Zavala Álvarez, para asistir a los sirvientes de la Corte, hasta que, a partir de 1918, se dedicó al cuidado de los heridos de la Guerra de Marruecos.


El hospital conserva su larga fachada de ladrillo, en la que despunta la torre de una capilla neogótica. En 1925 se instaló un monumento dedicado a la Duquesa de la Victoria, que también homenajea a las enfermeras de la Cruz Roja. En éste, Carmen Angoloti –impulsora de la crea­ción de hospitales y escuelas de enfermeras por toda España– atiende a un soldado herido. El grupo se remata con las figuras de un oficial de regulares y uno del tercio de Marruecos, un soldado indígena y un legionario.


Continuando por la avenida nos reciben en Cuatro Caminos los famosos “Titanic”, levantados entre 1919 y 1921 en los terrenos de la Compañía Urbanizadora Metropolitana, al tiempo que se inauguraba en la glorieta el Metro de Madrid. Estos fastuosos edificios, alejados de las construcciones habituales del barrio, se deben a los arquitectos Julián Otamendi y Casto Fernández Shaw. Fueron bautizados así por el célebre y malogrado transatlántico, el más grande de su tiempo y al que se le relacionó por sus grandes dimensiones y por las “chimeneas” con que estaban rematados.


El conjunto está formado por tres inmuebles de hasta 35 metros, lo que casi doblaba la altura permitida en aquella época en el interior de los Ensanches. Fueron durante ocho años los edificios más altos de la capital, hasta la construcción del Edificio Telefónica de Gran Vía, con cerca de 90 metros.

Ochenta años de “baños”

Bravo Murillo arriba podremos deleitarnos con el señorial edificio del número 127, antes de llegar a la Casa de Baños −número 133–, única que perdura en la ciudad, junto a la de Embajadores, y que durante ocho décadas ha dado un servicio inestimable a estos barrios. Reconstruida en 2011 para albergar diversos servicios municipales, se concibió en origen de una sola altura y estilo racionalista. En su interior destaca una escultura que homenajea a la mujer, obra del notable escultor y añorado vecino Julio Álvarez.


Siguiendo por Juan Pantoja, con la que la Casa de Baños hace esquina, nos adentramos en una zona donde levantó varias edificaciones la Constructora Benéfica, asociación dedicada a construir viviendas dignas, para los obreros que llegaban a Madrid. Una de las más relevantes se encuentra en el número 11 de la calle de Tenerife: un edificio de 1920, que dejó como legado en su testamento la marquesa de la Coquilla, y que en su origen estaba formado por una veintena de casas, en dos hileras y con un hermoso patio interior, dotadas de luz eléctrica y agua corriente.


En sentido contrario a esta calle llegamos a Avelino Montero Ríos, donde también se alinea una promoción de viviendas sociales unifamilares, realizadas en 1876 por Arturo Calvo. Uno de estos pequeños chalés, de dos alturas y ejecutados en ladrillo visto y sin ornamentos, se remodeló por completo hace años, según una estética moderna que contrasta con el resto.


Más hacia el norte, en la calle de Abel, 17, encontramos un edificio importante por su singularidad. Se trata de la Villa Arán o Casa del Pintor, ejemplo de vivienda-taller donde residió el artista Marceliano Santa María, como reza la lápida de su fachada. Construido en 1912 por el arquitecto Eduardo Gambra, el inmueble respeta la arquitectura neomudéjar típica de estos barrios, y en él destaca la gran cristalera en la estancia que servía de estudio al pintor, orientada al norte, donde la luz es homogénea durante la jornada.


De vuelta hacia Bravo Murillo nos topamos con la plaza del poeta Leopoldo de Luis, entre las calles de Navarra, Castilla y Goiri, una demanda vecinal que rinde homenaje al que fuera Premio Nacional de las Letras y vecino del distrito durante décadas. Allí, en uno de sus muros, deambulan las “ausencias” del artista urbano Suso33, obra que forma parte del proyecto “Paisaje Tetuán”, impulsado por el Ayuntamiento en 2013.

La segunda cúpula de Madrid

Muy cerca, en la semiesquina con Francos Rodríguez, despunta otro de los grandes tesoros de Bellas Vistas: la iglesia de San Francisco de Sales y su espectacular cúpula –la segunda mayor de la ciudad, tras la de San Francisco el Grande–, cuya forma semiesférica y linterna rematada con una cruz de hierro forjado, eleva el edificio hasta los 40 metros de altura.


El templo, declarado Bien de Interés Cultural, fue inaugurado por Alfonso XIII en 1931, y su autor es Joaquín Saldaña y López, que también utilizó el ladrillo visto con “formas decorativas de estilo neorromántico”. Tras la Guerra Civil tuvo que ser restaurada y se aprovechó para instalar en el interior de su cúpula un mosaico de Santiago Padrós, que representa a la Virgen y los Apóstoles. Tanto la iglesia como el colegio salesiano aledaño fueron ocupados por el Quinto Regimiento durante la contienda.


Llegando al final de Francos Rodríguez nos encontramos con las últimas paradas de la ruta. En primer lugar, la Colonia Bellas Vistas, con salida también por Leñeros. Se trata de un complejo de unos 60 “hotelitos”, construido entre los años 25 y 28 por Luis Larrainza Vignau, al amparo de la Ley de Casas Baratas y destinado a las clases medias. La Colonia consta de un bulevar central ajardinado, a cuyos lados se sitúan hasta cinco modelos de vivienda “de carácter regionalista”, con jardín y una o dos plantas.


Muy cerca se sitúa el funcional edificio de la Biblioteca Manuel Vázquez Montalbán, construido en 2005 por la arquitecta municipal Isabel Huete y que alberga también en su planta baja una escuela municipal de música. Desde hace un par de años, en sus jardines se puede contemplar la escultura “Palabras pétreas”, de Esther Pizarro, el homenaje de los vecinos al poeta Leopoldo de Luis, que tuvo que ser trasladado desde su Plaza, debido al severo deterioro ocasionado por los comportamientos incívicos de los usuarios. A la izquierda, la glorieta de Rocío Dúrcal señala uno de los vértices de Bellas Vistas y, más allá, aparece el pulmón de la Dehesa de la Villa, que los tetuaneros, por cercanía y origen, consideramos también un poco nuestro.

David Álvarez de la Morena



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