Nazarí – 5/10/1999
El 17 de octubre de 1919, y tras dos años de obras, tuvo lugar la solemne inauguración de lo que se llamó Metropolitano Alfonso XIII. Se trataba de la primera línea del Metro de España, y el tramo unía precisamente la Puerta del Sol y Cuatro Caminos, dos puntos muy diferenciados: por un lado, el centro neurálgico madrileño y centro geográfico del Reino, y, por otro, Cuatro Caminos, entonces puerta del todavía extrarradio de Tetuán de las Victorias, un arrabal, a la sazón, integrado en Chamartín de la Rosa. La puesta en funcionamiento de este moderno medio de transporte colectivo -ya existente en otras ciudades como Londres y París fue determinante para el desarrollo de nuestro barrio, uno de los ejes bien valorados en el conjunto urbano del Madrid actual.
Nada tendría que ver la crónica de la tarde del 17 de octubre de 1999 con la de aquélla de hace ochenta años, para reflejar la cual es preciso recurrir a la memoria de las hemerotecas. Una foto preside todas las informaciones sobre el acontecimiento, una foto en la que se apiñan personajes ataviados con ropajes oscuros, sobre quienes asoman cabezas, pedazos de rostros, algún ojo con solo una pata de mostacho, que pugnan por dejar constancia de su presencia ante el fotógrafo en tan importante momento. En el centro, Su Majestad el Rey Alfonso XIII, con impecable frac y reluciente chistera, apoyadas las enguantadas manos sobre elegante bastón y con un cierto aire marcial en posición de descanso, traicionado por sus ojos cerrados ante la potencia del fogonazo del flash que le hace aparecer como total y serenamente dormido.
Unos minutos antes, a las tres y media en punto de la tarde, el Monarca había procedido a la tarea de cortar la cinta inaugural mientras las casas de la Glorieta de Cuatro Caminos aparecían engalanadas para la solemne ocasión y los vecinos, a pesar del frío, se apiñaban hasta donde la guardia lo permitía, aplaudiendo el fastuoso desfile de personalidades.
En la estación esperaban nada menos que los ministros de Fomento, Instrucción Pública y Abastecimientos, además de Miguel Otamendi y Carlos Mendoza, concesionarios del Ferrocarril Metropolitano de Madrid. También esperaba alguien que no aparece en la foto oficial, pero cuya intervención fue, sin duda, considerada esencial: el obispo de Madrid-Alcalá. con cuyo quehacer el acto se tornó emocionante al otorgar su bendición primero a la línea de metro en general y luego al vehículo destinado a que Su Majestad asentara sus reales posaderas, que no era otro que el coche tractor del tren que se componía de dos unidades.
A las cuatro menos veinte la expedición se puso en marcha. El primer trayecto, entre Cuatro Caminos y Ríos Rosas, duró cuarenta segundos; allí, el convoy paró un minuto para llegar a la Iglesia de Chamberí un minuto y cuarenta y cinco segundos más tarde; desde esa estación a la de la plaza antigua de Chamberí (hoy fuera de servicio) se invirtieron cincuenta y tres segundos; desde este punto hasta la glorieta de Bilbao, cuarenta y cinco segundos; desde Bilbao hasta Tribunal, un minuto y treinta segundos; a la red de San Luis (hoy estación de Gran Vía), un minuto y veinticinco segundos; y, por último, a la Puerta del Sol, cincuenta segundos. Un buen minutado para la velocidad de los transportes colectivos de la época, que puede proporcionar un interesante ejercicio de comparación con los tiempos empleados actualmente por el metro un día cualquiera a la misma hora.
Llegado el tren a la estación de la Puerta del Sol, Su Majestad el Rey y sus acompañantes se dirigieron al rellano de la escalera donde se llevó a cabo el descubrimiento del escudo de bronce de Madrid y, debajo, una lápida de mármol blanco con la inscripción: "SS.MM. los Reyes Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia inauguraron la línea de los Cuatro Caminos-Puerta del Sol el día 17 de octubre de 1919".
Como todo lo que va, viene, sólo restaba volver; y así se hizo. A las cuatro y catorce minutos (el reloj era un artilujio muy apreciado ya entonces) se emprendió el regreso a la estación de Cuatro Caminos. El recorrido, que se hizo sin paradas, duró siete minutos y cuarenta y seis segundos. En el andén derecho de la estación se sirvió un espléndido lunch, tras el cual, los concurrentes regresaron a sus hogares tras recibir los vítores y el fervor del público presente en la glorieta.
El pueblo habría de esperar, sin embargo, catorce días para poder utilizar tan rápido y moderno medio de transporte. El 31 de octubre, el Metro de Madrid abría sus puertas y sus taquillas. La expectación entre los ciudadanos era tal,que la Compañía hizo publicar anuncios en los periódicos para prevenir posibles accidentes como consecuencia de probables tumultos. El aviso advertía que únicamente se abrirían al servicio las estaciones terminales de Cuatro Caminos y Puerta del Sol, sin paradas intermedias y con velocidad moderada.
Ese día, el primer tren salió de Cuatro Caminos a las seis y media de la mañana, y de la Puerta del Sol a las siete menos veinte; desde esta estación saldría el último convoy a las dos de la madrugada. La frecuencia de los trenes fue de seis minutos y la idea era ir abriendo las estaciones intermedias a medida que el público se fuera acostumbrando a tan novedoso medio de transporte.
La afluencia fue enorme. Llovía y hacía un frío de mil demonios, pero la muchedumbre no se arredró, esperando paciente y curiosa su turno en las largas colas que serpenteaban por las aceras de las dos plazas.
Trescientos noventa trenes recorrieron la línea ese primer día, el número de viajeros llegó a cincuenta y seis mil doscientos veinte que pagaron quince céntimos por billete, y la recaudación obtenida alcanzó las ocho mil cuatrocientas treinta y tres pesetas. Dos incidentes empañaron la jornada: un cortocircuito produjo el cese de fluido eléctrico durante unos minutos -suponemos interminables para los viajeros que se encontraban por primera vez en el interior de los vagones -, y la acción involuntaria de un viajero que, en la confusión de las apreturas, rompió involuntariamente el cristal de una ventanilla y se hirió en una mano.
El éxito popular del nuevo medio de transporte fue absoluto, como se demostró en los meses siguientes; tanto, que la Compañía Ferrocarril Metropolitano de Madrid siguió adelante con las obras de ampliación de líneas, aunque en esta ocasión dirigidas hacia la zona sur: Progreso (ahora Tirso de Molina), Antón Martín y Atocha. Nuestro barrio habría de esperar todavía casi diez años para ver ampliada la línea Cuatro Caminos-Tetuán; exactamente hasta el seis de marzo de 1929.
Pero ¿qué ocurría en nuestro barrio, en Madrid, en España y en el mundo aquel año de 1919?
Aunque la Primera Guerra Mundial había terminado en 1918, continuó siendo la protagonista del año que nos ocupa, porque fue en 1919 cuando se firmó el Tratado de Versalles, en el que los países vencedores configuraron un nuevo mapa de Europa en el que se castigaba duramente a Alemania y a sus aliados. La paz se había conseguido con las armas, pero era una paz cuyas condiciones no resolvían los males de fondo; Alemania se sintió humillada por las condiciones del tratado de paz y sólo 20 años después desencadenaría la otra Gran Guerra del siglo XX.
En Francia, André Citroën comienza, por primera vez en Europa, a comercializar automóviles fabricados en serie: el modelo Citroën Tipo A alcanzaba los 65 kilómetros por hora con toda facilidad.
Antonio Maura es presidente del Gobierno mientras las huelgas se extienden por doquier en demanda de pan y las gentes asaltan mercados y tahonas. La huelga de los trabajadores de la compañía de electricidad "La Canadiense", en Barcelona, continúa endureciéndose y el Gobierno está dispuesto a declarar el estado de guerra. Por si fuera poco, la epidemia de gripe causa en nuestro país 20.000 muertos. En sentido positivo, el primero de octubre se implanta la jornada laboral de ocho horas, una mejora largamente reivindicada por los trabajadores teñida, sin embargo, por diversos conflictos en algunos sectores debidos a la negativa de algunos empresarios a ponerla en práctica.
Madrid es regido por el alcalde Luis Garrido Juaristi. El 19 de enero se inaugura en el parque de El Retiro un monumento en honor de Benito Pérez Galdós, quien, con la salud muy deteriorada, asiste al acto en silla de ruedas. El 14 de marzo, los Reyes inauguran solemnemente el Palacio de las Comunicaciones, rebautizado por la chufla popular como Nuestra Señora de las Comunicaciones a causa del aire catedralicio del edificio obra de los arquitectos Antonio Palacios y Joaquín Otamendi.
Dos días antes, el 12 de marzo, nace en una humilde vivienda del barrio de Chamberí un niño al que pusieron de nombre Miguel y cuyo apellido era -y es- Gila.
Pero aquel 17 de octubre, la atención y curiosidad de los laboriosos vecinos de nuestro barrio estuvo centrada en aquel agujero que se le había abierto alpavimento de la plaza y que conducía a un subterráneo por el que circulaba, aunque estruendosamente, la modernidad.