Pasear por una medina Patrimonio de la Humanidad, bañarse en el Pacífico o asistir a la Semana Santa en Filipinas, y todo ello, sin salir de Tetuán. No, no es que aprovechando el verano nos hayan convertido el barrio en itinerante, sino que nuestro distrito, cuyo nombre debemos a la célebre batalla contra las tropas marroquíes en el campo de Tetuán –que en lengua bereber significa “los ojos”–, comparte denominación con pueblos, calles, plazas, barrios y hasta playas de cuatro continentes distintos. Empezando, cómo no, por el Tetuán africano, origen de casi todos los demás.
La ciudad de Tetuán, situada a 40 kilómetros de Ceuta y conocida como “la paloma blanca”, existía ya en el siglo III a.C., si bien hay datos de presencia humana mucho antes. Ganada para España en 1860 por las tropas del general O’Donnell –aunque sería devuelta en 1862, tras el pago de una fuerte indemnización–, la ciudad fue durante años capital de la región española de Marruecos durante el Protectorado, y es la urbe con mayor legado andalusí del reino alauita, y su medina, Patrimonio de la Humanidad.
Muchos tetuaníes aún conservan el castellano como su segunda lengua, y la ciudad alberga varios centros de enseñanza españoles, además de una sede del Instituto Cervantes. Desde 1999 es la residencia veraniega del rey Mohamed VI.
Una playa en el Pacífico
De “la paloma blanca” africana saltamos el Atlántico y un continente para aterrizar en la costa occidental mexicana. Allí, frente al Golfo de California, nos encontramos con El Tetuán (Viejo y Nuevo), comisaría de una de las siete sindicaturas del municipio de Navolato, en el Estado de Sinaloa. Dado que la independencia mexicana se produjo a principios del XIX resulta imposible que la denominación se deba a la batalla de África, ocurrida décadas después. Navolato fue asiento de tahues, importante civilización indígena de agricultores. [aquí, la curiosa explicación de los nombres de El Tetuán Viejo y Nuevo]
Se trata de una zona en la bahía de Altata, donde se alternan campos pesqueros como El Castillo con playas de mil destellos crepusculares, entre las que destacan las de El Tambor o las del propio Tetuán, ideales para practicar deportes acuáticos o disfrutar de paseos en lancha.
Según la web pueblosamerica.com, El Tetuán Viejo cuenta con un solo habitante, mientras que el Nuevo dispone de 97 viviendas –299 habitantes–, y sólo el 4 % conectadas a Internet, lo que no impide que nos lleguen a través de las redes sociales fotografías como la del atardecer que ilustra este reportaje. Desde hace algunos años, en la bahía de Altata hay proyectado un importante desarrollo turístico, que conservará un espacio como reserva ecológica de la zona.
El chabacano en Filipinas
Desde México cruzamos otro océano hasta desembarcar en Filipinas. En la última colonia española encontramos un nuevo Tetuán, uno de los 98 barangays –unidad menor del Gobierno local, similar a un barrio– de la ciudad de Zamboanga, que cuenta con más de 800.000 habitantes, según la Wikipedia.
Zamboanga fue desde el siglo XVII una difícil conquista española, por la que tuvieron que luchar contra musulmanes, piratas de Tagal y chinos, y en la que se establecieron los jesuitas, cuya activa labor de conversión religiosa se mantiene hasta hoy. Los religiosos también ayudaron a gestar el chabacano, una variante criolla o “mal hablada” del español, con influencia malaya, y que constituye la lengua actual de los zamboangueños.
La cuna del Tetuán filipino fue cuartel general de las tropas y la Armada españolas, y allí se concentraron nuestros efectivos en retirada tras la derrota contra Estados Unidos hasta mayo de 1899, cuando se proclamó la República de Zamboanga.
En 1901 se unió al antiguo barangay de Tetuán y consiguió la municipalidad, y en 1911 se convirtió en ciudad. El barrio cuenta con universidad y una pintoresca iglesia dedicada a San Ignacio de Loyola, y celebra un Santo Entierro durante la Semana Santa, todo ello legado de la presencia de los jesuitas en aquellas lejanas tierras.
Calles estrechas y plazas hasta en La Habana
Pero junto a ciudades, pueblos y barrios, el nombre de Tetuán también campea en placas de calles y glorietas de dentro y fuera de España, empezando por la conocida y céntrica calle madrileña, escenario del nacimiento del PSOE en Casa Labra, en 1879. También Tetuán se denomina la vía comercial más importante de Sevilla –y una de las más caras de España–, célebre por el olor a adobo que despide la bodega Blanco Cerrillo.
Tampoco podemos olvidarnos de la plaza de Tetuán en Barcelona, coronada por el monumento al Doctor Robert y que conmemora la citada batalla en la que tuvieron una participación destacada los voluntarios catalanes; o la calle y el barrio homónimos en Santander, donde hace unos años se inauguró un “paseo de la fama”, cuya primera estrella se dedicó a David Bustamante.
Fuera de nuestras fronteras también encontramos –al menos– dos insólitas calles con el nombre de Tetuán. Una de ellas, ubicada en el casco histórico del Viejo San Juan, en Puerto Rico: una vía larga y estrecha con unas estupendas vistas a la bahía, bautizada así por el entonces gobernador, Rafael Echagüe, antiguo militar carlista, y que alberga como curiosidad uno de los edificios más estrechos del mundo, la Casa Estrecha, con sus dos plantas y su inconfundible color amarillo, que cuenta con una anchura de 1,3 metros lineales de fachada y 11 metros de profundidad.
Por último, en nuestro número tres destapamos otra de las calles de Tetuán en pleno centro de La Habana, “entre la avenida de Salvador Allende y Zanja, y perpendicular a Belascuain, una de las vías de acceso al Malecón”. Una calleja de apenas 50 metros, “zona dura, donde habitan ‘morenos’ de mirada desafiante y se administra parte del mercado negro de esta Casablanca del año 2000”. Ni la placa se conservaba ya en 1994, pero todos en la zona conocían su nombre. El mismo por el que a diario transitan miles de madrileños, tetuaneros, tetuaníes, zamboangueños, navolatenses, barceloneses o sevillanos, entre otros. Habitantes de otros muchos tetuanes, más allá de la Plaza de Castilla.
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