Parecen fotogramas de aquella tierra sin pan de Buñuel, pero quizá ustedes mismos hayan pasado por algunas de las calles que aparecen en estas instantáneas de Santos Yubero. Tomadas hace casi 60 años por donde Valdeacederas se enhebra con Almenara, como se intuye en esa calleja apenas sin urbanizar, repleta de madres y críos, que podría ser cualquiera de las que hoy desembocan en la avenida de Asturias desde Pinos Alta.
Y es que, precisamente en esta calle, en la parroquia de San Ignacio de Loyola, las hermanas Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio se encargaban de un dispensario que socorría a los vecinos y daba cumplimiento a la misión –con la que la Orden se fundara en París, en 1856– de cuidar a los pobres y enfermos.
De ahí su importante labor en un barrio donde “se va perdiendo la idea de la gran ciudad, para pasar progresivamente a un ambiente pueblerino; y, más allá, al feo y poco confortable del suburbio”, decía el doctor Navarro Gutiérrez, voluntario en el dispensario, en un reportaje de aquella época –‘La institución Loyola y su dispensario parroquial’, ABC, 8/9/57–. Según Navarro, las monjas llevaban a cabo “los servicios más penosos del centro”, tales como las curas o la ayuda domiciliaria.
En las otras instantáneas vemos a las religiosas con sus hábitos negros bajar hacia una plaza pelada de edificaciones, o conversando con unas vecinas tras de un patio en el que puede observarse la ropa tendida al sol del verano tardío, quizá comentando las necesidades familiares de aquel día.
En la última y más espectacular, las Auxiliadoras acuden a visitar las casas cueva, donde residían las familias más desfavorecidas, y que dan perfecta idea de cómo era la vida en esta zona de un Tetuán que acababa de ser reconocido como distrito independiente de Madrid, pero cuya distancia con la capital era aún notable en muchos aspectos.
David Álvarez de la Morena / Fotos: Martín Santos Yubero (Archivo Regional de Madrid).
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