TETUÁN SIGLO XX: Glorieta de Cuatro Caminos, 1958

Pocas glorietas con tanta solera como la de Cuatro Caminos. Un cruce que se quedó a las puertas de Madrid en tiempos del Ensanche, famoso por su fielato, y al que ya bien entrado el siglo XX acudiría Alfonso XIII a estrenar el Metro de Madrid, que estos días celebra su 95º aniversario. Poco antes se había coronado la plaza con la Fuente de Isabel II, su tercera ubicación, tras San Bernardo y la Puerta del Sol.


En la década de los 40 la fuente fue reemplazada por un conjunto minimalista rematado con un reloj de cuatro esferas cuyas ocho manillas tenían vida propia y separada, lo que servía a los chavales para recorrer la glorieta intentando adivinar qué hora daría la siguiente. En febrero de 1948 el diario “ABC” publicaría una nota congratulándose por la inminente sincronización, que libraba a los vecinos de vivir “una auténtica pesadilla horaria”.


El resto de instantáneas, todas de Martín Santos Yubero, pertenecen a 1958, cuando el reloj –que podía verse desde la Plaza de Santa Bárbara, y marcaba para los del foro el final de la capital– ya no es que diera la hora correcta: es que habían desaparecido incluso sus esferas.


En ellas, no obstante, pueden percibirse desde el bocado arquitectónico entre el Titanic y el siguiente edificio en construcción, en el cuarto de plaza donde se asentaron bares tan célebres como el Chumbica o el Metropolitano, hasta las casas bajas entre Bravo Murillo y Artistas, con dos inmuebles que aún perduran en el recodo de esta calle.


A finales de los 50 Cuatro Caminos afrontaba pues su enésima transformación, ya visible en luminosos como el de Philips o en la abundancia de vehículos que contrastaban con los cables cruzados del tranvía, pero en la que aún los curiosos ciclistas no se resistían a ralentizar su marcha para sonreír al fotógrafo.

 

David Álvarez de la Morena / Fotos: Martín Santos Yubero (Archivo Regional de Madrid)



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