Los vecinos, hartos del entorno “sin ley” de la Plaza ‘de las Palomas’
Alcohol, suciedad y ruidos: el día a día en Nuestra Señora del Carmen
David Álvarez, 5 de octubre de 2021
Son las 10 de la mañana de un lunes, y la calle de Nuestra Señora del Carmen vive uno de sus escasos momentos de paz. Apenas unas vecinas recorren el tramo entre la Plaza del Canal de Isabel II y el polideportivo Playa Victoria, y en el trayecto se cruzan con papeleras a rebosar, botellas de vidrio y decenas de botes de cerveza, que salpican el suelo, los bancos y todos los alcorques. Muy cerca, en la esquina con Los Molinos, una hilera de contenedores con bolsas de basura ya desparramadas por la acera y que en unas horas comenzarán a desprender malos olores.
Es, al menos, un momento de paz. “Llevo 15 años viviendo en la plaza y la zona se ha degradado muchísimo, y los problemas se van incrementando. Esto lleva unos cinco años sin control, y este verano ha sido insoportable”, explica Francisco, uno de los vecinos hartos de la situación que tienen que vivir a diario en este concurrido enclave del distrito, pegado a Bravo Murillo.
Entre las molestias diarias, Francisco cita los ruidos prácticamente todo el día, “desde las 5:30 de la mañana, que cierra la discoteca, o a las seis, cuando aparcan los camiones en sitios no habilitados para abastecer a los bares, al Supercor… porque en esta calle se incumplen todas las ordenanzas municipales”, añade.
Amanda, que vive en un bloque de la plaza, enumera sus tres problemas principales: “Inseguridad, ruidos y suciedad. Aquí no se limpia, no han pasado una escoba en todo agosto, y el problema ha ido creciendo gracias a la dejadez. Berruguete se ha convertido en un barrio sin ley, con unos ruidos insoportables. ¿Sabes la ansiedad que supone estar escuchando gritos y balonazos en tu fachada de seis de la tarde a dos de la mañana?”.
El consumo de alcohol en la calle, en los bancos de piedra o en las salidas de emergencia del supermercado, es una práctica habitual. “Luego dejan allí las litronas y se van a orinar –o a lo que sea– a los cubos de la esquina con Los Molinos, para desesperación de los vecinos del portal de al lado”, comenta Francisco.
Otro de los mayores quebraderos de cabeza vecinal es la discoteca situada en la misma calle, “que hasta ahora tenía terraza y que cierra a las cinco de la madrugada, con el consiguiente jaleo nocturno y peleas todos los días”, explica Francisco, que cita también la “zona de guerra” en la que, debido a los constantes balonazos, se convierte el improvisado campo de fútbol formado por una veintena de niños, “por no hablar de la gente constantemente dando de comer a las palomas, que genera muchas incomodidades a quienes vivimos aquí”.
Muy cerca, la calle de Doctor Mariani, peatonal, “era hasta hace poco un punto de unión de mendicidad, donde venían a dormir varios indigentes, algunos con problemas mentales, y con el tiempo y reclamaciones logramos que el Samur los atendiera. También tuvimos que vallar el acceso al garaje, porque había gente viviendo allí 24 horas”.
“Trapicheos y robos”
“A la suciedad y los ruidos”, continúa Amanda, “hay que sumarle la inseguridad, los trapicheos y los robos. La Policía no hace ni caso o nos da largas. Nos pasamos todo el día dando avisos. En mi bloque se han ido ya hartos cinco vecinos, y al final esto se convertirá en un gueto. No se puede dejar tirados a los ciudadanos”.Los vecinos ya han puesto varias reclamaciones en la Junta Municipal y están en contacto con Medio Ambiente para tratar de subsanar los problemas fundamentales de limpieza y convivencia. “Estamos hartos de llamar a la Policía, porque en esta plaza no se patrulla. La limpieza brilla también por su ausencia: hasta que no pones una queja en las aplicaciones no vienen a desinfectar algo los cubos, y en verano no se puede ni abrir las ventanas, porque el olor es para vomitar”, concluye Francisco. “Nunca pensé que iría con miedo a pasear a mi perra por la noche”, dice Amanda, que concluye: “La única solución que se me ocurre es que cierren la plaza”.
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