Le escribo en relación al artículo publicado “Bravo Murillo, 297: la valla de la discordia”. Como éste, seguro por desconocer todos los aspectos, no refleja la realidad que debiera conocer el público, a quien se le puede poner en contra de la comunidad de dicho edificio de la que formo parte, creo que tengo conocimiento para que estas verdades sean conocidas:
1º.- No se instaló ninguna “valla”, fueron dos barras o barreras, entrada y salida, accionadas por banda magnética.
2º.- Su finalidad era que no estacionasen vehículos ajenos al servicio del edificio, no clientes, vecinos, urgencias o bomberos…
3º.- El “uso público” de la plaza nunca ha sido perjudicado, nunca se ha cerrado.
4º.- El usuario –el “público”, o sea, el Ayuntamiento– ha de pagar los gastos de uso, o sea, reparación de aceras, alumbrado, limpieza… esto lo venimos pagando los residentes. He calculado que asciende desde 1971 a un millón ochocientos mil euros, aproximadamente, que la Junta de Distrito –de otro pelaje– vino reconociendo, si bien no pagaba por no haber presupuesto para ello.
5º.- La licencia de construcción dice que existirá un vial, bordeando la plaza, para uso del edificio, necesidades y urgencias.
6º.- De acuerdo con la Junta, se nos autorizó a poner una cadena, sistema que funcionó poco tiempo, pues suponía cinco empleados cada día.
Sólo exponer esto, sin afán de polémica, pues sí estoy interesado en mi vivienda y en mi barrio, mi patria chica, donde nací y quiero estar siempre recordando tantos seres queridos y amigos. Todos se fueron. Nací en la calle del Naranjo, antes Topete, la construyó mi padre y sigue firme.