Lo que sucedió aquel 6 de marzo de 1935 dista mucho de la ternura que reflejan los rostros de esos niños. Sobre las cuatro de la tarde, una avioneta de la escuela de Barajas caía al patio del número 6 de la calle de las Carolinas, tras chocar contra la pared y abrir un enorme agujero en el primer piso, donde funcionaba una escuela de párvulos dirigida por Tomasa de Antonio Solá.
Tanto el motor como los dos tripulantes quedaron suspendidos en el inmueble, mientras las alas y el resto del aparato fueron a caer al patio. El acompañante moriría en el acto, mientras que el piloto fallecería horas después en el Hospital de la Beneficencia (La Princesa). No fue la única muerte aquel día, pues a éstos se añadió la pequeña Luisa Marián, de cinco años, que ya había sido trasladada muy grave a la Casa de Socorro de Cuatro Caminos, junto a otra docena de niños heridos.
La noticia fue portada de ABC del día siguiente, con este titular: “El terrible accidente de ayer en los Cuatro Caminos”. La causa de la catástrofe fue una avería del avión, que en su caída llegó a romper algunos tejados y cables eléctricos en las calles de Almansa, Aranjuez y San Raimundo, hasta estrellarse con el posterior de Carolinas, en cuya escuela se encontraban unos 40 niños. El piloto no tenía autorización para realizar el vuelo de aquella fatídica tarde.
Lo trágico del suceso contrasta con las imágenes tomadas por Santos Yubero, en las que se ve a una decena de niños aprovechando la novedad para sus juegos: los pantalones indefectiblemente cortos, los jerséis gemelos y el corte de pelo idéntico; posando en algunas instantáneas, o bien enfrascados en extirparle trozos a los restos del aparato. Sonrientes, y se diría que ajenos a la desgracia: una de sus compañeras ya no volvería al aula al día siguiente.
David Álvarez de la Morena
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